El 2020 Nos Marcó, pero no nos detuvo…

Quiero agradecer conmovido por el año que acaba. Nunca debería cansarme de dar gracias. Gracias a Dios por lo que he vivido durante tantos meses, días, horas. Confinado o saliendo a la calle con cubrebocas. Rezando por los enfermos, acompañando el dolor de la pérdida, y haciendo que las alegrías que he vivido aumenten guardando las distancias prudentes. No quiero olvidarme de todo lo que he amado y me han amado. Agradeciendo sentirme en casa y tener ya nuevas raíces. No quiero dejar de agradecer la confianza recibida y los encuentros profundos. Las juntas por pantalla y las conversaciones con media cara visible. Las palabras guardadas y las gritadas al viento. El dolor y la tristeza al lado de la risa más honda. Agradezco las montañas de esta tierra que son como una corona que cubre, protege y guarda lo más sagrado del valle. Los cauces que aún sin agua me hablan de una vida oculta. Agradezco la confianza, las miradas de misericordia, la esperanza de tantas manos entregando la vida. Hoy quiero soñar más fuerte, más hondo, con más libertad. Quiero caminar seguro por este año que empieza. Es tanto lo que queda por trabajar, por conquistar, por encontrar. No soy dueño del futuro, lo aprendí con la pandemia. Aprendí a ser más humilde y más niño al mismo tiempo. Aprendí a reír por nada y a llorar también por nada. A sacar lo que hay muy dentro. A guardar la vida ajena que se hace propia de golpe. Tejí debajo del alma redes que cubren la vida, sosteniendo entre los dedos la fragilidad del alma. Y sé que nada está escrito, todo puede ser distinto. Sé que llevo muy dentro el don de ser yo feliz y de hacer feliz al resto. Basta con aceptar las diferencias, por amar mis deficiencias y comprender al que sufre. Basta con mirar alegre la vida que se me ofrece. Sin exigirle al presente lo que nunca puede darme. Despierto tras esta noche con el alma llena de vida. Dispuesto a vivir atento, a querer aún más la vida, a soñar que María estará dándome abrazos. Los silencios están llenos de gritos de mi alabanza. Puedo construir un mundo más humano, más fraterno. No estoy solo, vamos juntos. Eso me levanta el alma. Y así, viviendo el presente, construiremos el mañana. Sé que la vida se escapa si no la vivo con pasión. Y los sueños se deshacen si no los sigo soñando. Tengo mucho por delante. Caminos por abrir y lugares santos por construir. Todo lo que ya he vivido me ha hecho más consciente de una cosa. Importan los detalles de la vida. Cuentan las horas perdidas con los míos. Valen las palabras dichas, no las guardadas. Los abrazos dados, no los esquivados. Cuentan la intimidad y el compartir lo más sagrado. Y sé que el dolor de los que sufren es menos dolor si lo comparto. Dejo de mírame a mí mismo, para mirar al que va conmigo, es quien importa, quien cuenta. No me importan tanto las pequeñas derrotas de la vida, porque sé que ni en la vacuna, ni en el fin de la pandemia, he puesto mi esperanza. Sólo en Jesús, sólo en María, en ellos descansan mi vida y mi confianza. Creo que me he vuelto más hondo desde que he perdido mis seguridades. Por algo coroné a María con los montes de esta tierra. Y le entregué mi vida para que con ella hiciera lo que quisiera.

P. Carlos Padilla Esteban